En esta versión de la Resurrección he evitado la representación de Cristo victorioso con el estandarte, con el objetivo de buscar una visión más espiritual, centrada en el relato evangélico del sepulcro vacío.
El muro vertical trata el tema de la Resurrección: la escena está construida a partir de la fuerza simbólica de los elementos que la forman y representa el momento del descubrimiento del sepulcro vacío.
El sepulcro vacío está rodeado del paisaje de primavera, época del renacimiento de la naturaleza.
La gran losa del sepulcro caída en el suelo y el sudario son señales de la Resurrección.
Los guardias de la entrada del sepulcro, como espectadores desconcertados, son figuras que han sido constantemente representadas en la tradición pictórica.
Los tres frascos de mirra remiten a las tres mujeres que van al sepulcro al amanecer del domingo, las primeras testigos de la Resurrección.
Al pie del muro, un olivo alude al huerto de Getsemaní y a la pasión y muerte de Jesús.
El muro se complementa, mediante la pequeña bóveda que tiene en la parte superior, con dos escenas bíblicas asociadas a la muerte y la resurrección: por una parte, Jonás y el monstruo marino, y por otra, los caballos de fuego de Elías.
Jonás, uno de los doce profetas menores del Antiguo Testamento, después de desobedecer al Señor, es arrojado al mar y engullido por un monstruo marino durante tres días y tres noches. El Nuevo Testamento ve en este episodio una prefiguración de la muerte y resurrección de Jesús, ya que Jonás estuvo tres días en el vientre del gran pez y retornó a la vida. He pintado la figura de Jonás de forma que también recuerde la conversación de Jesús con Nicodemo: un hombre adulto que vuelve al vientre materno para nacer de nuevo.
Respecto a Elías, el profeta del monte Carmelo, es llevado al cielo en un carro de fuego. Esta escena está llena de energía espiritual, como muestra, por ejemplo, un conocido episodio legendario protagonizado por san Francisco de Asís y pintado por Giotto. La escena de Elías subiendo al cielo en un carro de fuego ante la mirada atónita de Eliseo se considera una prefiguración de la venida definitiva del Señor resucitado.
