Noé era un hombre justo y bueno, que siempre obedecía a Dios. Entre los hombres de su tiempo, tan solo él vivía de acuerdo con la voluntad de Dios. Noé tuvo tres hijos, que fueron Sem, Cam y Jafet.
Delante de Dios, la tierra estaba llena de maldad y violencia, pues toda la gente se había pervertido. Al ver Dios que era tanta la maldad en la tierra, dijo a Noé:
—He decidido terminar con toda la gente. Por su culpa hay mucha violencia en el mundo, así que voy a destruirla, y al mundo entero. Construye un arca de madera resinosa, y haz cámaras en ella; y cubre con brea todas las rendijas del arca, por dentro y por fuera, para que no le entre agua. Haz el arca de estas medidas: ciento treinta y cinco metros de largo, veintidós metros y medio de ancho, y trece metros y medio de alto. Hazla de tres pisos, con una ventana como a medio metro del techo, y con una puerta a uno de los lados. Yo voy a mandar un diluvio que inundará la tierra y destruirá todo lo que tiene vida en todas partes del mundo. Todo lo que hay en la tierra, morirá. Pero contigo estableceré mi pacto, y en el arca entrarás tú con tus hijos, tu esposa y tus nueras. También llevarás al arca un macho y una hembra de todos los animales que hay en el mundo, para que queden con vida igual que tú. Contigo entrarán en el arca dos animales de cada clase: tanto de las aves y animales domésticos, como de los que se arrastran por el suelo, para que puedan seguir viviendo. Junta además toda clase de alimentos y guárdalos, para que tú y los animales tengáis qué comer. [...] Dentro de siete días haré que llueva durante cuarenta días y cuarenta noches. ¡Voy a borrar de la tierra todo lo que vive, y que yo he creado!
Y Noé lo hizo todo tal como el Señor se lo había ordenado. [...] Entró Noé en el arca con sus hijos Sem, Cam y Jafet, y con su esposa y sus tres nueras. Con ellos entraron toda clase de animales salvajes y domésticos, y toda clase de animales que se arrastran, y de aves. Todos los animales entraron con Noé en el arca, de dos en dos.
Entraron un macho y una hembra de cada clase, tal como Dios se lo había ordenado a Noé. [...] El diluvio duró cuarenta días.
Al subir el agua, el arca se levantó del suelo y comenzó a flotar. El agua seguía subiendo más y más, pero el arca seguía flotando. Tanto subió el agua, que llegó a cubrir las montañas más altas de la tierra; y después de haber cubierto las montañas, subió todavía como siete metros más. Así murió toda la gente que vivía en la tierra, lo mismo que las aves, los animales domésticos y salvajes, y los que se arrastran por el suelo.
Todo lo que en tierra firme tenía vida y podía respirar, murió. Solamente Noé y los que estaban en el arca quedaron con vida; los demás fueron destruidos: el hombre, los animales domésticos, las aves del cielo y los animales que se arrastran; pues la tierra quedó inundada durante ciento cincuenta días.
Entonces Dios se acordó de Noé y de todos los animales que estaban con él en el arca.
Hizo que el viento soplara sobre la tierra, y el agua comenzó a bajar; se cerraron las fuentes del mar profundo y las compuertas del cielo.
Dejó de llover, y el agua comenzó a bajar poco a poco.
Al cabo de ciento cincuenta días, el agua ya iba baja; y el día diecisiete del mes séptimo, la barca se detuvo sobre las montañas de Ararat. El agua siguió bajando, y el primer día del mes décimo ya se podían ver las partes más altas de los montes.
Después de cuarenta días abrió Noé la ventana del arca que había construido, y soltó un cuervo; pero el cuervo volaba de un lado a otro, esperando que la tierra se secara. Después del cuervo, Noé soltó una paloma, para ver si la tierra ya estaba seca; pero la paloma regresó al arca porque no encontró lugar alguno donde descansar, pues la tierra todavía estaba cubierta de agua. Así que Noé sacó la mano, tomó la paloma y la hizo entrar en el arca.
Noé esperó otros siete días, y volvió a soltar la paloma. Y ya empezaba a anochecer, cuando la paloma regresó.
Traía una ramita de olivo en el pico, y así Noé comprendió que la tierra se iba secando.
Esperó siete días más, y volvió a enviar la paloma; pero la paloma ya no regresó.
[...] Noé quitó el techo del arca y vio que la tierra estaba seca. Para el día veintisiete del mes segundo, la tierra estaba ya bien seca. Entonces Dios dijo a Noé:
—Sal del arca, junto con tu esposa, tus hijos y tus nueras. Saca también a todos los animales que están contigo: las aves, los animales domésticos y los que se arrastran por el suelo, para que vayan por toda la tierra y tengan muchas crías y llenen el mundo.
Entonces Noé y su esposa, y sus hijos y nueras, salieron del arca. También salieron todos los animales domésticos y salvajes, los que se arrastran y los que vuelan. Luego Noé construyó un altar en honor del Señor, tomó aves y animales puros, de cada clase, y los ofreció en holocausto al Señor. Cuando al Señor le llegó aquel olor tan agradable, dijo:
—Nunca más volveré a maldecir la tierra por culpa del hombre, porque el hombre, desde joven, solo piensa en hacer lo malo. Tampoco volveré a destruir a todos los animales, como hice esta vez. Mientras el mundo exista habrá siembra y cosecha; hará calor y frío, habrá invierno y verano, y días con sus noches.
Dios bendijo con estas palabras a Noé y sus hijos:
—Tened muchos hijos y llenad la tierra. Todos los animales del mundo temblarán de miedo delante de vosotros. Todos los animales, en el aire, en la tierra y en el mar, están bajo vuestro poder. Podéis comer de todos los animales y verduras que queráis. Yo os los doy. Pero hay una cosa que no debéis comer: carne con sangre, porque en la sangre está la vida. A todo hombre y animal pediré cuentas de la sangre de cada uno de vosotros. Y a cada uno de los hombres le pediré cuentas de la vida de su prójimo. Si alguien mata a un hombre, otro hombre lo matará a él, pues el hombre ha sido creado semejante a Dios mismo. Pero vosotros, ¡tened muchos hijos y llenad el mundo con ellos!
Dios también dijo a Noé y a sus hijos:
—Mirad, yo voy a establecer mi pacto con vosotros y con vuestros descendientes, y con todos los animales que están con vosotros y que salieron del arca: aves y animales domésticos y salvajes; y con todos los animales del mundo. Mi pacto con vosotros no cambiará: no volveré a destruir a hombres y animales con un diluvio. Ya no volverá a haber otro diluvio que destruya la tierra. Esta es la señal del pacto que para siempre hago con vosotros y con todos los animales: he puesto mi arco iris en las nubes, y servirá como señal del pacto que hago con la tierra. Cuando yo haga venir nubes sobre la tierra, mi arco iris aparecerá entre ellas. Entonces me acordaré del pacto que he hecho con vosotros y con todos los animales, y ya no volverá a haber ningún diluvio que os destruya. Cuando el arco iris esté entre las nubes, yo lo veré, y me acordaré del pacto que he hecho para siempre con todo hombre y todo animal que hay en el mundo.
Así habló Dios a Noé:
—Esta es la señal del pacto que he establecido con todo hombre y animal aquí en la tierra.
Gn 6, 9b-21.7, 4-5.7-10.17-8, 12.13c-9, 16