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•  En sexto lugar, la tetera debe acercarse a la taza, no
             al revés. El agua debe estar hirviendo al momento
             del impacto, lo cual significa que se le debe
             mantener en el fuego mientras se sirve. Algunas
             personas añaden que solo debe usarse agua recién
             puesta a hervir, pero jamás he notado que eso haga
             alguna diferencia.
          •  En séptimo, después de hacer el té, hay que
             revolverlo o, mejor todavía, darle a la tetera una
             buena sacudida, tras de lo cual debe permitirse que
             las hojas se asienten.
          •  En octavo término, se le debe beber en una buena
             taza para el desayuno; es decir, una taza de tipo
             cilíndrico, no pequeña y de poca profundidad. Las
             tazas para el desayuno tienen mayor cabida,
             mientras que en las de la otra clase el té siempre
             está medio frío antes de que uno empiece a tomarlo
             siquiera.
          •  En noveno, siempre hay que descremar la leche
             antes de que se le utilice para el té. La leche
             demasiado cremosa la da invariablemente un sabor
             empalagoso.
          •  En décimo, el té siempre debe servirse primero en la
             taza. Esta es una de las cuestiones más
             controvertidas; de hecho, en cada familia británica
             hay probablemente dos corrientes de pensamiento
             sobre este tema. La corriente según la cual la leche
             es primero puede aducir algunos argumentos
             sólidos, pero sostengo que el mío es irrefutable.
             Consiste en que al servir primero el té y agitarlo al
             mismo tiempo, es posible regular exactamente la
             cantidad de leche, en tanto que se corre el riesgo de
             servir leche de más si se actúa en sentido contrario.
          •  Por último, el té –a menos que se le beba al estilo
             ruso– debe tomarse SIN AZÚCAR. Sé muy bien que
             pertenezco a la minoría en este caso. Aun así,
             ¿cómo puede uno llamarse genuino amante del té si
             arruina el sabor del suyo poniéndole azúcar? Sería
             igualmente razonable ponerle pimienta o sal. El té
             debe ser amargo, lo mismo que la cerveza. Si lo
             endulzas, deja de saberte a té y solo te sabrá a                                 bitter (adj.):
             azúcar; podrías elaborar una bebida muy semejante                                amargo
             disolviendo azúcar en agua caliente.









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