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y es flanqueado por el recipiente específico de su
           tradición líquida. La tetera de cerámica ocupa el punto
           focal de la imagen, mientras que las ollas del café y el
           chocolate ocupan el suelo, a los pies de sus
           consumidores. El chino parece prevenido, como si
           mantuviera sus cartas (su té) cerca del pecho y
           separadas del espectador por una mesa. El de Medio
           Oriente –Dufour identifica el café con Turquía, Yemen y
           Egipto– levanta la taza al acaso. La figura de América
           parece caminar armada con un arco azteca, pero ha
           dejado las flechas en casa. Colocadas alrededor de una
           pequeña mesa redonda en estrecha proximidad, las
           esquinas del mundo lucen cómodas, como si no fuera
           nada raro que debieran disfrutar juntas de una bebida.

           De las afirmaciones realizadas por esta cumbre líquida
           de imperios del mundo, una es que el globo es vasto y
           variado, pero toda su gente persigue la buena salud y la
           diversión; es decir, es tan similar como el café, el té y el
           chocolate. Sin embargo, la presencia de la dinámica
           figura mexicana, una cultura recién “descubierta” por
           Europa unos 175 años antes, hace un comentario más
           enfático aún. Parece joven y simple tanto en pose como
           en atuendo, pero comparte el hábito de las bebidas
           calientes del antiguo otomano y el pulcro mandarín. De
           hecho, bebe de la taza más grande y decorada y parece
           el más expuesto al espectador en cuerpo y pose. Su
           presencia ahí, y su deseable vajilla de servicio, lo igualan
           con sus antiguos vecinos imperiales, una sugerencia
           sorprendentemente generosa en 1685. No obstante, en
           su postura abierta también extiende una invitación a
           unirse a él para una bebida que no es tan evidente en las
           alegorías de los otros. Si acaso, anuncia un tiempo en
           que el dinámico comercio con Medio Oriente y Asia sería
           brutalmente complementado por la explotación a gran
           escala de los territorios de los antiguos imperios
           mesoamericanos. Incitar al lector a que tome la cura de
           chocolate lo vuelve particularmente vulnerable entre su
           grupo, una idea propuesta por la historia colonial tanto
           británica como francesa en América.


                 Fuente: https://goo.gl/w3hMk9









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