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Usage du caphé, du thé, et du chocolate (1671). Dufour,
           “salido del horno”, podría ser otro seudónimo ingenioso
           (algunos especulan que del médico y arqueólogo Jacob
           Spon, quien, afirman otros, era amigo de Dufour), ya que
           las bebidas se servían calientes.

           Materias primas de Arabia, América y Asia entraron así
           en la bibliografía médica francesa como un nuevo grupo
           de medicamentos. Dufour carecía del lenguaje de la
           cafeína, pero entendió que el común denominador de
           esas bebidas estaba en su capacidad para estimular y
           fortificar. Más allá de este tenue discernimiento científico
           de la conducta del café, el chocolate y el té, las obras
           comentadas también imponen la idea de la comparación
           cultural. Dufour demuestra que esos territorios
           ampliamente dispersos, con climas, flora, fauna,
           personas e idiomas sumamente distintos, comparten la
           práctica cultural de hervir estimulantes con propósitos
           médicos.

           Si la idea de un mundo pequeño parece obvia ahora, no
           lo era entonces. Desde la edad de los descubrimientos,
           había sido común retratar el mundo como un amplio
           rectángulo, con cada uno de los cuarto continentes en un
           ángulo: Europa, África, América y Asia. Tempranas
           tradiciones visuales representaban racialmente a
           personas de esas tierras, pintadas con diferente color de
           piel o, alegóricamente, flanqueadas por elefantes, arcos
           de caza y parasoles. Un frontispicio añadido a la edición
           de 1685 de Dufour participa de esa tradición visual de los
           continentes, aunque no sigue la misma lógica de mostrar
           la diferencia. En cambio, adopta la lógica del tratado:
           relacionar las áreas globales asociadas con el café, el té
           y el chocolate a través de sus hábitos similares. De
           acuerdo con ello, ese frontispicio retrata a hombres
           racializados y vestidos en evocación del Medio Oriente,
           Asia y Mesoamérica, sentados en una habitación en
           torno de una mesa y disfrutando juntos de una bebida. El
           mundo parecía de repente demasiado pequeño.

           La figura del Medio Oriente, en atuendo otomano, lleva
           puesto un adornado turbante y usa barba; la figura china
           se balancea en posición de loto bajo un sombrero cónico,
           y el mexicano (tal como lo identifica Dufour) aparece a
           media zancada con un arco, portando únicamente
           plumas y oro. Cada uno de ellos sostiene una bebida
           visiblemente humeante




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