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Cuando el chocolate era una bebida
medicinal:
Colmenero, Wadsworth y Dufour
por Christine Jones
En el siglo XVII, los europeos que no
habían viajado al extranjero probaron por
primera vez el café, el chocolate caliente y
el té. Para esta flamante clientela, los
brebajes de hojas y granos foráneos traían
consigo las maravillas y peligros de tierras
lejanas. Al principio no se les clasificó
como alimentos, sino como medicinas de
sabor agradable, con dosis prescritas por
médicos y farmacéuticos y peligrosas si beverage (n.): bebida
eran objeto de autoadministración.
Cuando se acostumbraron al uso y abuso
de las bebidas calientes, los europeos
solían experimentar confusión moral y
física provocada por la acritud espumosa,
los efectos impredecibles e incluso (se
rumoraba) la fatalidad. Madame de
Sévigné, marquesa y diarista de la vida en
la corte, advirtió célebremente a su hija
contra el chocolate en una carta, cuando
sus efectos todavía inspiraban un respeto
teñido de temor: “¿Y qué hacemos con el
chocolate? ¿No temes que te queme la
sangre? ¿Podría ser que esos efectos
milagrosos oculten una especie de infierno
[en el cuerpo]?”
Estos medicamentos maliciosamente
potentes eran recibidos con amplia
curiosidad y preocupación. En respuesta
nació una tradición de tratados en el curso
de los siglos XVII y XVIII. Médicos y afraid, issued
comerciantes que se decían expertos en Glosario en las páginas 91 y 92
campos que iban de la farmacología a la
etiqueta proclamaron los muchos
beneficios de salud de las bebidas
calientes o emitieron apasionadas
advertencias sobre su abuso. La tradición
textual resultante documenta cómo fueron
descritos los tónicos durante el primer
siglo de su muy debatido lugar entre las
delicias de Europa.
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