Page 91 - Saberes y Raíces - Español 2
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                   Toda aquella mañana, estuvimos discutiendo durante nuestro recorrido a través del Mare Crisium […] Era del todo
                   seguro, argumentaban mis compañeros, que jamás se había visto ninguna forma de vida inteligente en la Luna. […]
                   —Escúchenme —les dije al fin—. Voy a ir a llí, aunque sólo sea para quedarme tranquilo. […] Puedo hacer el recorrido
                   a lo sumo en veinte horas. […]
                   No creo haber sentido una particular excitación al ver delante de nosotros la pared de roca que había inspeccionado
                   por primera vez con el telescopio desde una distancia de cincuenta kilómetros. […] Seguramente no se trataría más
                   que de una roca astillada muchísimos años atrás por la caída de un meteorito, y que conservaba sus planos de es-
                   cisión aún frescos y brillantes en aquella quietud incorruptible e inmutable. […]

                   Probablemente, en aquellos primeros segundos, ninguna emoción llenó en absoluto mi mente. Luego, sentí una
                   euforia inmensa y una alegría extraña e inexpresable. En realidad, amaba a la Luna […] El viejo y desacreditado sue-
                   ño de los primeros exploradores era cierto. A fin de cuentas, había existido una civilización lunar, y yo era el primero
                   que la había encontrado. […] ¿Se trataba de un edificio, un santuario, o algo para lo que mi idioma carecía de deno-
                   minación? […] La idea de que en la Luna hubiese habido inteligencia era demasiado tremenda para captarla, y mi
                   orgullo no me permitía dar el último y humillante salto. […] Supe que estaba mirando algo que no podía compararse
                   con la antigüedad de mi propia raza. No era un edificio, sino una máquina, y que se protegía con unas fuerzas que
                   habían desafiado a la eternidad. […] Miré de nuevo la reluciente pirámide, y me pareció más remota que cualquier
                   otra cosa que tuviera algo que ver con la Luna. De pronto, me estremecí con una loca e histérica risa, producto de
                   la excitación y del esfuerzo. Me había imaginado que aquella pequeña pirámide me hablaba y me decía: “Lo siento,
                   pero yo también soy un extraño aquí”.

                   Hemos tardado veinte años en quebrantar ese invisible escudo para llegar a la máquina que se encontraba dentro
                   de aquellas paredes cristalinas. Lo que no podíamos entender, lo rompimos al fin con la fuerza salvaje de la energía
                   atómica […]. El mecanismo, si es que se trataba de algún mecanismo, de la pirámide pertenece a una tecnología
                   que se encuentra mucho más allá de nuestro horizonte, tal vez sea la tecnología propia de las fuerzas parafísicas.
                   […] El grosor del polvo espacial que había sobre la meseta nos permitió calcular su edad. Se depositó encima de la
                   montaña antes de que la vida emergiera de los océanos de la Tierra.
                   Cuando nuestro mundo tenía la mitad de su edad actual, “algo” procedente de las estrellas, pasó a través del Sis-
                   tema solar, dejó aquella señal de su paso y siguió su camino.[…] Pensar en esas civilizaciones, muy alejadas en el
                   tiempo, en el mortecino resplandor que siguió a la Creación, dueños de un Universo tan joven que la vida sólo había
                   llegado a unos cuantos mundos. […]

                   Debieron haber estado buscando en los cúmulos de estrellas, lo mismo que nosotros hemos buscado en los plane-
                   tas. En todas partes existirían mundos; pero vacíos o poblados de cosas sin mente que se arrastraban. […] Dejaron,
                   pues, un centinela, uno de los millones que habían esparcido a través del Universo, para que vigilase todos los
                   mundos en los que había una promesa de vida. Era un faro que, a través de todas las edades, ha estado señalando
                   en silencio el hecho de que nadie lo había descubierto todavía. […] Ahora ya no puedo mirar hacia la Vía Láctea sin
                   preguntarme desde cuál de aquellas compactas nubes de estrellas vendrán los emisarios. […] Hemos roto el cristal
                   de la alarma contra incendios y lo único que tenemos que hacer es aguardar. Pero no creo que debamos esperar
                   demasiado.
                                                                                                Arthur C. Clarke, “El centinela”, 1953.
                                                                         Fuente: https://web.uchile.cl/ (Consulta: 29 de marzo de 2024) (adaptación).



                                      Ada, si alguien te pregun-
                                      tara de qué tema trata “El
                                      centinela”, ¿qué le dirías?       ¡Ah, caray! Bueno, primero dé-
                                                                       jame buscar en el diccionario
                                                                          qué significa “centinela”.



                                                                                                                      91
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