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Mi trabajo como periodista me forzaba a viajar por toda
Rusia, y dondequiera que iba, fuese una pequeña casa
de madera en medio del bosque siberiano o la grande y
lujosa oficina de un funcionario del gobierno en
Chechenia, me invitaban a tomar una taza de té, y con
él venían invariablemente los postres. Algunos de estos challenging
postres serían desafiantes no solo para quien se cuida (adj.):
desafiante
de las calorías; ciertos caramelos eran tan duros como barnacle (n.):
una roca y requerían un esfuerzo extra para ser percebe, lapa
digeridos, y cierto tipo de dulce, chicloso y azucarado, otherwise
tendía a pegarse en los dientes como una lapa. Pero el (adv.): de otra
reto del consumo de té ruso sigue ambas direcciones, y manera
puede ser muy demandante para el anfitrión, quien se
siente obligado a agasajar a sus invitados con postres
que de otra manera podrían haberse guardado para el
consumo solitario. Hay un chiste muy popular sobre
una anfitriona que sirve té a su invitado junto con un
plato de pirozhki recién horneados rellenos de
mermelada y viendo que el invitado consume
rápidamente las pastas, exclama: “Coma, querido
invitado, coma y difrute de su sexto pastelillo, ¡nadie
cuenta cuántos come!” Y otro chiste clásico: “¿Cuántas
cucharadas de azúcar le pones al té?” “Depende. Dos
si estoy en casa, cuatro si soy invitado”. “¡Entonces
siéntete en casa!”
Sí, los rusos beben vodka. Sin embargo, la próxima vez
que tu curiosidad por la cultura rusa comience a
emerger, quizá debas pedirle a tu amigo una taza de té.
Conversarán, y beberán, y si toda esa cafeína los
mantiene despiertos la noche entera, no te preocupes.
Los rusos tienen muchas historias que contar, y la
noche pasará rápidamente. Nada más no olvides llevar
los postres: galletas, chocolates, caramelos. Y quizá
incluso un pastel.
Adaptación de: https://goo.gl/twqFuA
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