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La codicia ha envenenado el alma de los hombres, ha Ustedes, el pueblo, tienen el poder de volver esta
amurallado el mundo de odio, nos ha hundido en la
miseria y el derramamiento de sangre. Hemos
desarrollado la velocidad, pero nos hemos encerrado
en nosotros mismos. La maquinaria que genera
abundancia nos ha privado de todo. Nuestros
conocimientos nos han vuelto cínicos. Nuestra
astucia, duros e insensibles. Pensamos demasiado y
sentimos muy poco.
Más que maquinaria necesitamos humanidad.
Más que astucia necesitamos bondad y gentileza.
Sin estas cualidades, la vida será violenta y todo se
perderá…
El avión y la radio nos han acercado. La naturaleza
misma de estos inventos clama por bondad en los
hombres, clama por la fraternidad universal, por la
unidad de todos. Incluso ahora mi voz llega a
millones en todo el mundo, millones de hombres,
mujeres y niños desesperados, víctimas de un
sistema que hace que los hombres torturen y
encarcelen a personas inocentes.
A aquellos que me escuchan, les digo: no
desesperen. La desgracia que ahora se abate sobre
nosotros no es otra cosa que el paso de la codicia, la
amargura de hombres que temen el progreso de la
humanidad. El odio de los hombres pasará, y los
dictadores morirán, y el poder que reciben del pueblo
volverá al pueblo. Y mientras los hombres mueren, la
libertad nunca perecerá.
¡Soldados! ¡No se rindan a los brutos, hombres que
los desprecian, que los escavizan, que someten su
vida, que les dicen qué hacer, qué pensar y qué
sentir!
Quienes los entrenan, los ponen a dieta, los tratan
como ganado, los usan como carne de cañón. No se
rindan a esos hombres desnaturalizados: ¡hombres
máquina con mente de máquina y corazón de
máquina! ¡Ustedes no son máquinas! ¡No son
ganado! ¡Son hombres! ¡Tienen el amor de la
humanidad en su corazón! ¡No odian! ¡Solo los
desamados odian, los desamados y los
desnaturalizados! ¡Soldados! ¡No luchen por la
esclavitud! ¡Luchen por la libertad! En el capítulo 17
del evangelio de san Lucas está escrito: “El reino de
Dios está dentro del hombre”. ¡No en un hombre o un Después de tomar otro autobús, por fin llegué a mi
grupo de hombres, sino en todos los hombres! ¡En
ustedes! ¡Ustedes, el pueblo, tienen el poder, el
poder de crear máquinas, el poder de crear felicidad!
vida libre y hermosa, de volver esta vida una aventura
maravillosa.
Así pues, en nombre de la democracia, usemos ese
poder, unámonos todos. Luchemos por un mundo
nuevo: un mundo decente que dé a los hombres la
oportunidad de trabajar, que dé a los jóvenes un
futuro y a los ancianos seguridad.
Por la promesa de estas cosas, los brutos han subido
al poder. ¡Pero mienten! No cumplen esa promesa.
¡Nunca lo harán! ¡Los dictadores se liberan a sí
mismos pero esclavizan al pueblo! ¡Luchemos ahora
por cumplir esa promesa! Luchemos por liberar al
mundo, acabar con las barreras nacionales, acabar
con la codicia, el odio y la intolerancia. Luchemos por
un mundo de razón, un mundo donde la ciencia y el
progreso lleven felicidad a todos los hombres.
¡Soldados! En nombre de la democracia, ¡unámonos!
PISTA 29 (práctica 5, actividades 10 y 21)
Narrador: Aprendiendo a vivir solo
Voz: Cuando estaba en la preparatoria, uno de mis
mayores deseos era abandonar mi casa. No tenía
nada contra mi familia, nada más quería vivir solo,
aprender a ser adulto… Sí, mi mamá me pedía que
limpiara mi cuarto, que fuera a comprar las tortillas…
Mi padre me preguntaba siempre por mis
calificaciones, me pedía que me acostara temprano,
no dejaba que manejara su coche… Mi hermano
menor era un idiota y no dejaba de molestarme…
pero no, no tenía nada contra mi familia…
Tan pronto como terminé la preparatoria, presenté un
examen de admisión a una universidad en otra
ciudad y, misteriosamente, fue aceptado. Les di la
noticia a mis padres y se pusieron muy contentos…
Aún no entiendo por qué.
Pronto llegó el día en que tenía que marcharme a la
universidad. Empaqué mis cosas, subí al autobús y
partí hacia mi nueva ciudad. Estaba muy
emocionado, muy feliz. Me sentía muy seguro de mí
mismo, muy adulto… Sentí miedo cuando bajé del
primer autobús, a 200 kilómetros de distancia, porque
no había verificado su destino.
verdadero destino… No sabía en la que me había
metido.
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